Los Domingos


El domingo siempre era el mismo cuadro, un bodegón polvoriento, el día más abstracto , el día que palpabamos nuestra naturaleza muerta.

De repente algo había saltado, odiábamos a todo el mundo, nos seguíamos sintiendo únicos o extraños ante la gente, pero esta vez no estábamos solos en diferentes patios del colegio, nos teníamos el uno al otro, éramos dos globos flotando juntos sin ninguna mano que sujetara la cuerda.

No queríamos ser parte de esa realidad que no cuadraba con nuestro idealismo dañino, pero al mismo tiempo nos decepcionaba eso, el no poder adaptarnos  y parecer tan felices como ellos. Nos refugiábamos demasiado en nosotros dos, vertíamos nuestro profundo y sincero desencanto sobre la vida y ,no ya sobre la gente cercana sino, el género humano.  

Yo me sentía aliviada de poder reposar mis pensamientos en su cuerpo como si él fuera mi árbol y la manzana que cuelga mi cabeza. 


Mónica Agudo.

...


¿Qué no es hoy en dia la belleza sino un bidé inmaculado?
 Blanco y pulcro te devuelve tu imagen sucia e imperfecta.
Trasnochada te despejas de todo lo que suelta gris, 
él con su blancura traga todo para devolverle su perfecta pureza. 




 M.

Vómito en una Litera



Dentro de un nicho con cortinas, 
soñaba agua salada correr por mis mejillas,
 pasos y puertas hacía mí se abrían,
 dolor agudo decían.



M.

EXTRA, EXTRA!!!


Mi nombre es Milton River, el paparazzi más cotilla de todo Hollywood, mi cometido es mostrar el lado oculto y salvaje del star-system norteamericano. Este es el comienzo de una gran amistad.


 XXX



La Historia de Rizzo y Devotchka




Rizzo era un chico con los pelos muy rizados que un día conoció a una chica, una devotchka fuera de sí. Rizzo quería transformar a esta chica a toda costa y ponerle su peinado.







Fragmento del cuento escrito por Mónica con ilustraciones de Sandra.

Cuarto de penumbra




De pequeña mi hermana tenía una pesadilla que se le repitió varias veces, un miedo infantil, soñaba con toros enormes y furiosos que se escapaban o saltaban de la plaza y la perseguían. Al dormir las dos en la misma habitación, si alguna tenía miedo se iba a la cama de la otra y así todo era mucho más fácil.

Ha pasado tiempo ya de eso y esta noche, con él dormido a mi lado en la cama del cuchitril de la residencia francesa, no soy capaz de dormir porque me ha entrado ese miedo que se arraiga y forma sombras negras como un toro.











Hoy siento el peso, me muerdo la lengua y lloro hacia dentro. 
Me mantengo inerte, fría, como un espejo devuelvo el resentimiento y todo cae,
 y echan tierra encima. 

Hoy muero, 
mina la seguridad que me hacía viva,
                          me arrastro y me acurruco al leño más seco para arder vacía.



Ilustración Sandra, texto Mónica.