Los Domingos


El domingo siempre era el mismo cuadro, un bodegón polvoriento, el día más abstracto , el día que palpabamos nuestra naturaleza muerta.

De repente algo había saltado, odiábamos a todo el mundo, nos seguíamos sintiendo únicos o extraños ante la gente, pero esta vez no estábamos solos en diferentes patios del colegio, nos teníamos el uno al otro, éramos dos globos flotando juntos sin ninguna mano que sujetara la cuerda.

No queríamos ser parte de esa realidad que no cuadraba con nuestro idealismo dañino, pero al mismo tiempo nos decepcionaba eso, el no poder adaptarnos  y parecer tan felices como ellos. Nos refugiábamos demasiado en nosotros dos, vertíamos nuestro profundo y sincero desencanto sobre la vida y ,no ya sobre la gente cercana sino, el género humano.  

Yo me sentía aliviada de poder reposar mis pensamientos en su cuerpo como si él fuera mi árbol y la manzana que cuelga mi cabeza. 


Mónica Agudo.